¿Buscas enamorarte de Menorca y conocer la isla más allá de su costa?
Aquí te contamos cómo empaparse de su esencia cultural descubriendo sus restos prehistóricos únicos en el mundo, fortalezas, pueblos con mucha magia y rincones que cuentan siglos de tradición.
Talatís y navetas
Si hablamos de historia en Menorca, lo primero que viene a la mente son sus restos prehistóricos.
La isla está llena de monumentos megalíticos, únicos en el mundo, que reflejan cómo vivían sus primeros habitantes hace miles de años.
Las navetas, construcciones en forma de nave invertida, servían como tumbas colectivas, y hoy son testigos mudos de un pasado que todavía impacta al verlas en directo.
Uno de los ejemplos más conocidos es la Naveta des Tudons, situada entre Ciutadella y Ferrerías.
Es una obra que tiene más de 3.000 años y que se conserva de manera sorprendente. También llaman la atención los talatís y taulas, enormes piedras situadas de manera que forman una T y que formaban parte de recintos sagrados.
Estos yacimientos no son museos cerrados: están en plena naturaleza y forman parte de rutas que permiten conocer la isla a otro nivel.
Ciutadella
Ciutadella es otra de las paradas obligatorias si quieres conocer la historia de Menorca.
Antigua capital de la isla, su casco antiguo está lleno de calles estrechas, palacios y edificios que hablan de la influencia árabe y medieval que tuvo la isla.
La Catedral de Santa María, construida sobre una antigua mezquita, es uno de los símbolos más claros de esa mezcla de culturas. A su alrededor, los palacios de familias aristocráticas recuerdan la importancia política y económica que Ciutadella tuvo durante siglos.
Mahón y su puerto histórico
Al otro lado de la isla, Mahón también tiene mucho que decir cuando hablamos de historia.
El puerto natural, uno de los más grandes del Mediterráneo, fue un punto estratégico para británicos, franceses y españoles durante siglos. Esa mezcla de culturas ha dejado huella en la arquitectura, los fuertes y la forma misma de la ciudad.
El Fuerte de Marlborough, en la cala de Sant Esteve, es un buen ejemplo de esta época.
Construido por los británicos en el siglo XVIII, todavía conserva pasadizos, salas subterráneas y cañones que en su día, servían para controlar Menorca.
Mahón también tiene edificios emblemáticos como la iglesia de Santa María o el Teatro Principal, que se levantó en pleno siglo XIX.
Fortalezas y defensas costeras
La historia de Menorca no se entiende sin sus fortalezas, construcciones que protegían la isla de ataques piratas o ejércitos extranjeros.
Una de las más impactantes es La Mola, en la entrada del puerto de Mahón. La fortaleza del siglo XIX es enorme y recorre kilómetros de galerías, murallas y bastiones que impresionan a cualquiera que la visita.
Pero no es la única.
Alrededor de la isla puedes ver torres de defensa por diferentes potencias para controlar la costa.
Las torres circulares, ubicadas en puntos estratégicos, se usaban para vigilar y dar la señal de alerta ante cualquier amenaza.
Hoy, además de ser piezas históricas, son un recordatorio de lo disputada que fue Menorca a lo largo de los siglos.
Pueblos con alma histórica
Más allá de las grandes ciudades, Menorca tiene pueblos con mucha historia.
Fornells, en el norte, conserva la esencia de una villa pesquera ligada al mar y con una torre defensiva que cuenta historias de piratas y comerciantes.
Alaior, con sus típicas casas blancas, muestra el pasado agrícola y artesanal de la isla.
También merece la pena visitar Es Mercadal, en el centro de Menorca, a los pies del monte Toro. Se trata de un pueblo con encanto sencillo y con carácter rural.
Desde aquí, además, se accede al punto más alto de Menorca, con su santuario y unas vistas que te sitúan en el centro de todo.
Un viaje por la historia que merece la pena vivir
Como has podido leer, Menorca no es solo playas y calas.
Es una isla que guarda una historia increíble en cada rincón: monumentos prehistóricos, fortalezas militares, ciudades que han visto pasar culturas muy distintas y mucho más.
Es un lugar donde la historia no está escondida en un museo, sino que forma parte de la vida cotidiana.
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